Los trastornos por déficit de atención, son, en nuestros días, un tema normal de conversación. Se distinguen generalmente dos formas: los trastornos de la atención sin hiperactividad (ADD, en la terminología científica) y los trastornos de atención con hiperactividad (ADHD). En Estados Unidos, la televisión, muchos libros y artículos en los periódicos han familiarizado a millones de personas sobre ese síndrome. Se han creado asociaciones de padres para luchar contra lo que parece como una verdadera epidemia. Todos parecen conocer esa <enfermedad> en plena expansión que se caracteriza por niveles inadecuados de inatención, de impulsividad e hiperactividad.
De hecho, según los especialistas <la distribución de los diagnósticos hace que aparezcan, cada vez con mayor frecuencia en Francia, niños que consultan con motivo de ese trastorno de la atención asociado a problemas de hiperactividad y eso nos va acercando a la tendencia de los países anglosajones… La predominancia del trastorno de atención con hiperactividad se estima entre el 3% y el 5% de la población normal en edad escolar. La frecuencia es mayor en los chicos que entre la chicas en una proporción variable según los estudios: de 4 a 1 o de 9 a 1 (34).
La lista de síntomas que definen el ADD o ADHD merece la penar ser leída como recordatorio. Yo he añadido a cada uno un comentario un poco irónico que no se encuentra en el Manual de Diagnostico y Estadístico de los Trastornos Mentales (35) (o DSM-4) de donde proviene esta lista. Las preguntas escritas en cursiva tienen como objetivo ralentizar la lectura de la lista y de ese modo dar tiempo a reflexionar sobre la naturaleza ambigua de esos síntomas. ¿Es posible que describan el comportamiento normal de un niño perfectamente normal? ¿Son los indicadores de un niño estresado o de un niño que permanece demasiadas horas encerrado y restringido en sus actividades? ¿De dónde capturan, como se sugiere en el manual, la esencia de lo que es un niño ADD o ADHD? Si el lector desea mostrar su espíritu crítico mientras recorre esta lista, solo tiene que imaginar y mantener en mente a un niño inteligente y lleno de curiosidad. Veamos ahora la lista; puede describir a su hijo… o al propio lector.
- Mueve las manos o los pies, o se retuerce en su silla
¿Cuánto tiempo lleva sentado? ¿Mueve las manos o los pies o se retuerce en la silla cuando escucha una historia cautivadora o solamente cuando el profesor repite por décima vez las tablas de multiplicar tan aburridas y que ya sabe de memoria?
- Se levanta muchas veces, aunque se supone que debe permanecer sentado
¿Pero se levanta cuando, unas personas y no usted, le ordenan no hacerlo?
- A menudo, se distrae fácilmente por estímulos externos.
¿Una abeja zumbando en la sala, la sirena de un camión de bomberos, etc.?
- Le resulta difícil esperar su turno en los juegos o situaciones en grupo.
¿Qué hacen los demás niños que participan en el juego en ese momento? ¿Se pone nervioso cuando está por perder? ¿Desea terminar el juego cuanto antes como hacen muchos niños cuando están perdiendo?
- Se le escapa la respuesta a una pregunta que todavía no se ha terminado de formular.
¿Ha oído la misma pregunta repetidamente? ¿Se olvida preguntarle, como a menudo ocurre en clases muy numerosas? ¿Quiere aprovecha la ocasión que se le ofrece para distinguirse?
- No sigue las consignas, muchas veces.
¿Están bien formuladas? ¿Son claras, precisas o ambiguas? ¿Se adaptan a la edad del niño?
- Le resulta difícil mantener la atención en el trabajo o en los juegos.
¿Cuántas veces se le ha pedido hacer lo mismo o jugar al mismo juego? Si las actividades son demasiado repetitivas y se vuelven aburridas, es muy posible que el cerebro elija no participar.
- A menudo cambia de actividad sin terminar la precedente.
¿Esas actividades son interesantes? ¿Merece la pena terminarlas?
- Le resulta difícil mantenerse quieto en los juegos
Los niños jugando a un juego que les apasiona, son entusiastas y exuberantes por naturaleza, a excepción de los que son tímidos o autistas. Me inquietaría más si fuera el padre o la madre de un niño anormalmente tranquilo.
- Muchas veces habla demasiado
Ese niño puede ser muy curioso, sorprendido por la vida y deseoso de compartir su entusiasmo con todo el mundo.
- Interrumpe a los demás o impone su presencia (por ejemplo irrumpe en las conversaciones o en los juegos)
Puede ser un mal educado como muchos adultos que no han sido diagnosticados de ADD. No estaría de más, en este caso, verificar qué tipo de buenas o malas maneras se enseñan u observan en su casa o en clase.
- Muchas veces parece no escuchar lo que se le dice.
¡Desconfiad de ese síntoma! El pequeño Jean garabatea, aparentemente distraídamente, una hoja de papel mientras el profesor habla, de ese modo puede aislarse del ruido de fondo que reina en la clase y concentrase en las palabras del profesor. Conocí a uno de esos niños que, gracias a este método, era capaz de repetir casi palabra por palabra lo que el profesor acababa de decir.
- Pierde a menudo los objetos necesarios para su trabajo o sus actividades (p. ej. Juguetes, cuaderno de deberes, lápices, libros u otros materiales)
Verdaderamente ¿es el único?
- Se dispone a hacer actividades peligrosas sin considerar las consecuencias posibles (por ejemplo cruzar la calle corriendo sin mirar)
Uno de mis jóvenes clientes deseaba mezclar productos químicos utilizados en jardinería, con el fin de hacer una <bomba>, su padre le había enseñado como hacerlo en una de sus visitas mensuales. De hecho, habían ido al desierto californiano para hacer explotar una bomba fabricada por ellos.
Sin duda, el lector se habrá dado cuenta que esta lista de síntomas describen comportamientos exteriores sin referencias al contexto en el cual se produce ese comportamiento. Por esa misma razón, los así llamados síntomas son demasiado vagos y claramente ambiguos. Un amigo psiquiatra me decía un día: <Muchos signos que nos permiten diagnosticar ADD son aplicables a muchos niños curiosos e independientes de carácter. La lista de síntomas implica que hay una sola categoría de niños normales: el niño tranquilo y silencioso, que jamás molesta y que pasa desapercibido. Los demás, a fin de cuentas, son considerados como aguafiestas. Yo pienso que esta forma tan particular de observar y diagnosticar a los niños, nos orienta más sobre nuestra sociedad que sobre esos niños. La paradoja es que los mismos signos que deploramos en los niños, son precisamente los que asociamos al éxito en los adultos, o sea una cierta brutalidad, un deseo de crear cosas nuevas, una personalidad de luchador> Sin duda por esta razón algunos especialistas piensan que el diagnóstico establecido por otros expertos (36) <es demasiado vago, una especie de categoría ‘cajón de sastre’, que extiende su red sobre una variedad de síntomas, a menudo sin relación entre ellos, que debería ser abandonado.>
Tal vez el lector ha notado, en la lista establecida por los expertos, que la frecuencia de un comportamiento es lo que lo transforma en síntoma. En efecto la palabra importante es la palabra <a menudo> o <muchas veces>. No obstante, ¿cuántas veces son necesarias, por ejemplo, retorcerse en la silla o interrumpir a los demás para transformar ese comportamiento en síntoma? La cuestión no está cerrada. Los expertos son los que debe decidir.
Están los que piensan que ADD es un síndrome neurológico. Otros admiten que <el mecanismo exacto de procedencia del ADD es desconocido por ahora. No existe lesión cerebral, ni sistema de neurotransmisores, ni un gen único que podamos identificar y que provoca ADD> (37) Evidentemente, el hecho de que las causas del ADD sean desconocidas hace que el diagnóstico sea incierto. El hecho de que los signos de ADD puedan ser más o menos marcados y que puedan aparecer en el marco de la escuela, por ejemplo, y desaparecer en el hogar del niño, complica un poco más el enfoque del problema.
Un día recibí una llamada telefónica de una madre que describía a su hijo como <el niño más hiperactivo y el más distraído del planeta>. Basándome en esa descripción, esperábamos la aparición de un monstruo horrible. En lugar del monstruo anunciado, vimos un chico, educado, más bien equilibrado y curioso por naturaleza que sufría dislexia. Su madre, por el contrario, era hipersensible a los sonidos y a otros estímulos sensoriales, y por ello se distraía con facilidad. Ella solo podía recibir estímulos en pequeñas dosis. De modo que lo que parecía un comportamiento normal de su hijo, para ella era algo difícilmente soportable, dado su débil nivel de tolerancia a los estímulos sensoriales. Desde su punto de vista, la idea de que su hijo era hiperactivo era perfectamente razonable. Aunque un test como el TOVA, que permite medir objetivamente las dificultades de atención, habría permitido establecer un diagnóstico más imparcial que el basado en las sensaciones subjetivas de esa madre.
En su libro Blaming the Brain (38) (Culpar al cerebro), Elliot S. Valenstein, un profesor honorario de psicología y neurociencia de la universidad de Michigan, dice que muchos médicos utilizan el medicamento llamado Ritaline, como diagnóstico. Asumen que< si el Ritaline funciona, entonces tiene trastornos de atención y, si no funciona, no lo tiene>. Valenstein subraya que puede ser equívoco sacar conclusiones sobre la causa de un trastorno, basándose solamente en la eficacia de un medicamento que disminuye los síntomas. <Se asume que los niños sufren una anormalidad bioquímica, puesto que Ritaline es un medicamento parecido a la anfetamina que es un estimulante psicomotor, <paradójicamente> provoca una ralentización de la actividad y aumenta la duración de la atención en esos niños>
Según un estudio de Judith Rapoport (39), en el National Institute for Mental Health, la respuesta de esos niños a las anfetaminas no es en absoluto paradójica, puesto que disminuye la actividad y aumenta igualmente la atención en los niños normales… Concluye su estudio afirmando que, a pesar de la posibilidad de lesión cerebral mínima en un sub-grupo de niños diagnosticados de ADHD, la asunción de que sufren una anormalidad bioquímica no tiene una base sólida. Se estima, de todos modos, que unos seis millones de niños en edad escolar, en Estados Unidos, (dos o tres por clase) toman diariamente una dosis de Ritaline u otros estimulantes que se prescriben para el ADHD. Conviene notar, para añadir un elemento de misterio, que el síndrome está diagnosticado diez veces más en Estados Unidos que en Europa… y que los japoneses declaran pocos casos.
No me gustaría dejar la impresión de que no crea en la existencia de casos de ADD y ADHD. De todos modos, apoyándome en mi experiencia clínica, creo poder decir que se abusa de ese diagnóstico y que hay un exceso de consumo de medicamentos que se supone tratan los síntomas.
Elegir un tratamiento
Muchas de las causas de ADHD continúan siendo desconocidas, pero es conveniente buscar soluciones para ayudar a los niños y los adultos que lo sufren. Si estudiamos de cerca la lista de los síntomas, pueden resumirse en una serie de problemas de escucha. En efecto, cuando se deja escapar la respuesta a una pregunta que todavía no se ha terminado de exponer, cuando se interrumpen las actividades de los demás, cuando uno no sigue o no acepta las consignas, o cuando se monopoliza la conversación porque habla demasiado, evidentemente no se está escuchando. La escucha nos exige en primer lugar que se domine el cuerpo: mover permanentemente las manos o los pies, retorcerse en la silla sin parar, ser incapaz de esperar su turno y distraerse con facilidad, son signos que nos indican que ese dominio no se ha conseguido. El cerebro no es capaz de concentrarse en la tarea si debe emplear mucha energía en controlar la actividad de su cuerpo, cosa que se debería hacer de manera automática desde hace tiempo ya. También les resulta difícil concentrarse a aquellos que son hipersensibles al sonido, a la luz, o a una cantidad mínima de estimulación sensorial, pues tienen la impresión de estar bombardeados por una cantidad exagerada de estímulos al mismo tiempo. Una de mis clientes, una mujer hipersensible, comparaba el efecto de ese bombardeo a <una hoja de papel de lija rascando la piel>
Escuchar bien exige que las diversas funciones de nuestro cuerpo estén sincronizadas: en suma escuchar bien requiere una buena integración sensorial. El debate sobre el ADHD raramente pone el acento en la falta de integración sensorial como una de sus posibles causas. Jean Ayres, la pionera americana en el estudio de la integración sensorial, en su época constataba que una mala integración sensorial podía provocar trastornos de atención y comportamiento hiperactivo. Describe, en Sensory Integration and the child (40), que esos problemas aparecen, cuando el vestíbulo no funciona bien: < Una actividad vestibular bien modulada es muy importante para mantener un estado de calma y vigilia… El sistema vestibular ayuda igualmente a mantener el nivel de excitación del sistema nervioso en equilibrio. Por el contrario, un sistema vestibular que no es lo suficientemente activo contribuye a la hiperactividad y a la distracción en razón de su influencia moduladora>.
¿Qué es lo que impide al vestíbulo integrar la información sensorial? Hay dos posibilidades, y en cada caso la integración sensorial es deficiente:
- El sistema vestibular está sobrecargado por un exceso de información.
A fin de responder a ese bombardeo de información sensorial, lo que podemos hacer es “hacer oídos sordos”, desconectar. Esa estrategia probablemente conduce a un diagnóstico de trastorno de atención sin hiperactividad (ADD). Para mejorar la condición de aquellos que lo sufren, es necesario enseñarle a filtrar los sonidos inútiles y a conectarse con la información esencial para el aprendizaje y la comunicación.
- El sistema vestibular no recibe suficiente información sensorial para permitir al cerebro funcionar de manera optima.
En ese caso, para compensar esta falta de estimulación del cerebro, podemos estimularle por medio del cuerpo, por los movimientos: moviendo las manos o los pies, saltando sobre el sofá del salón, corriendo por los pasillos del supermercado, bajo la mirada desaprobadora de los clientes, o si somos adultos, corriendo veinticinco kilómetros diarios, saltando a la cuerda, manteniéndonos en movimiento permanente, buscando permanentemente nuevas fuentes de excitación. Cuando la actividad toma un giro exagerado, los expertos diagnostican déficit de atención con hiperactividad. En ese caso, toda estrategia terapéutica debería estimular el vestíbulo para hacerle capaz de enviar al cerebro la cantidad apropiada de estímulos que le permitan permanecer alerta y funcionar eficazmente, sin que sea necesario para ello, ese comportamiento hiperactivo.
Aunque hay casos en que el trastorno de la atención no está tan claramente definido. Posiblemente haya una alternancia entre sobrecarga sensorial y falta de estimulación, y que en consecuencia haya una alternancia entre los dos tipos de comportamientos que acabamos de describir.
Para Tomatis, el tratamiento de ADD o de ADHD pasa prioritariamente por una mejora de la escucha, ya que el principal motivo de demanda, que presentan los que lo sufren es que parece que no escuchan, aunque no tienen problemas de audición. La escucha, como recordaremos, comprende la capacidad y el deseo de conectarse, de volverse todo oídos para captar la información necesaria y de poder al mismo tiempo ser capaz de filtrar la información indeseable. En resumen, la escucha depende de una integración sensorial fluida. Desgraciadamente, ese mecanismo no funciona correctamente en aquellos que sufre de ADD o ADHD.
Su test de escucha muestra claramente que el mecanismo que permite filtrar la información es inadecuado. Este test establecido por Tomatis, se parece al test de audición que utilizan los audiólogos. Normalmente el test de audición analiza las respuestas obtenidas, cuando el sonido de envía a los oídos por unos cascos. Esta parte del examen mide la respuesta a la conducción aérea. Se puede medir también las respuestas a los sonidos enviados por conducción ósea. Como ya se ha dicho, el sonido se transmite muy bien a través de los huesos. En un test de escucha normal, la curva de la conducción aérea deberá ser más alta que la curva de la conducción ósea (41). Eso significa que se oye preferentemente por el canal de los oídos (conducción aérea) y solo secundariamente por el canal del cuerpo (conducción ósea). A medida que los sonidos pasan por el oído en dirección al cerebro, el oído filtra los sonidos indeseables, como los ruidos de fondo, y amortigua los sonidos demasiado fuertes.
Cuando se observa un test de un niño con diagnóstico de ADD o ADHD, se puede ver en casi todos los casos que la curva de la conducción ósea es más alta que la curva de la conducción aérea. Se trata de una indicación que ese tipo de niño escucha preferentemente con el cuerpo (conducción ósea) más que por el oído (conducción aérea). En ese caso, el sonido va directamente al cerebro, sin filtrar o amortiguar. El niño no puede hacer otra cosa que reaccionar a todo nuevo estímulo y está expuesto a una distracción constante. Por regla general, cuando la respuesta de la conducción ósea es más alta que la respuesta de la conducción aérea, se puede asumir sin gran riesgo de error que el niño sufre de una forma mayor o menor de hipersensibilidad a los sonidos y que es incapaz de eliminar los sonidos indeseables producidos por su entorno.
Para transponer este hecho al plano de lo concreto, el lector puede imaginar la escena siguiente. En el momento en que se está absorto leyendo, o involucrado en una conversación apasionante con un amigo, y su hijo violentamente cierra la puerta de la sala de estar, donde se encuentra el lector sentado. Su cuerpo instintivamente se estremece por el susto (respuesta de la conducción ósea), antes incluso de darse cuenta de que es la puerta, que se acaba de cerrar. Si se hubiera visto al niño salir y cerrar la puerta, la reacción habría sido distinta, puesto que se habría tenido tiempo de anticipar el ruido, dando a los oídos el tiempo suficiente para prepararse y reducir la intensidad del sonido a un nivel confortable. En el primer caso (no se ha visto el gesto del hijo), el cierre violento de la puerta se dirige directamente al cerebro por el canal óseo, lo que provoca un reflejo de estremecimiento de todo el cuerpo. En el segundo caso (Se ha visto el gesto de salir), no se siente ese reflejo de estremecimiento, pues se ha podido anticipar las consecuencias del gesto. Se puede percibir el sonido por el canal de los oídos (conducción aérea).
Los que sufre de trastornos de atención o de hiperactividad, reaccionan de la misma forma que en la primera situación del cierre violento de la puerta. La diferencia principal reside en el hecho de que su cuerpo reacciona al más mínimo estímulo sensorial, mientras que nosotros no somos sensibles a la mayoría de ellos. Es por eso por lo que podemos decir que escuchan con su cuerpo. Es por eso que son tan reactivos y que tienden a actuar sin reflexionar, ya que son incapaces de seleccionar la información necesaria, de entre la miríada de informaciones que se reciben, a fin de concentrarse sobre lo esencial.
Toda discusión sobre ADD/ADHD tiende a concentrarse sobre los aspectos negativos y a olvidar los aspectos positivos del síndrome. Aunque esa idea pueda chocar, creo, sin embargo que existen aspectos positivos. El test de escucha los refleja muchas veces. En efecto, cuando la percepción es sensible hasta ese punto, es posible percibir elementos de la realidad, que pasan desapercibidos para la mayoría. Por eso, puede que descubran nuevas ideas, sentimientos diferentes o que la percepción sea más afinada y algo fuera de lo común, lo que implica un aumento de la inteligencia o de la creatividad. Los propios padres se dan cuenta de que su hijo tiene mucha imaginación, que es inteligente, creativo, curioso, incluso aventurero, pero que les es difícil de valorarlo cuando deben hacer frente, día tras día, a un comportamiento difícil.
Justificadamente, los padres se lamentan a menudo de que su hijo está <perdido en su mundo, que no escucha y que está totalmente disperso> Pero esos niños tratan solamente de amortiguar ese impacto escondiéndose en una especie de burbuja protectora. El hiperactivo, por otra parte, puede elegir la agitación para alcanzar el mismo objetivo, es decir, para enmascarar el ruido insoportable de su entorno.
Escuchar no está exento de peligros para los que sufren de ADD o ADHD, ya que están permanentemente bombardeados por un exceso de estimulaciones sensoriales que no pueden soportar, igualmente sienten el mundo a su alrededor como un lugar en el que es difícil de vivir. Cuando comienza a escuchar mejor, deben aprender a vivir de una mueva manera y a superar sus miedos. Los hiperactivos, por ejemplo, deben aprender a reducir el ritmo precipitado de su vida cotidiana y dejar de vivir con los nervios de punta, constantemente. A fin de conseguir ese objetivo, Tomatis usa el canto gregoriano durante el tratamiento. Ejerce una influencia calmante sobre muchos niños, pero el hiperactivo muchas veces se resiste a su efecto tranquilizante aumentando su comportamiento hiperactivo, cuando lo escucha. Sin duda su reacción se debe a que siente que el canto gregoriano trata de imponerle un ritmo que le es totalmente ajeno. Solo poco a poco su comportamiento hiperactivo disminuye a medida que la integración sensorial mejora. El resultado final neto es un niño o un adulto muy diferente del que era antes del tratamiento, como lo muestran los ejemplos de Tom y de Jeff.
Tom y Jeff: dos estudios de caso
Tom
Tom tenía ocho años, cuando le conocí. Poseía todos los síntomas clásicos de ADD e hizo todo lo posible para demostrarlos, ese día. Sus padres me confiaron que siempre había tenido la impresión de que nunca se había <despertado> a la vida. Estaba como perdido en su mundo propio, tratando solo de salir de allí cuando necesitaba algo. En el plano escolar, iba retrasado, tanto en lectura como en escritura. Era un niño agradable generalmente, pero las frustraciones que sentía en la escuela, le inspiraban a veces un comportamiento agresivo hacia sus compañeros de clase. Era muy inmaduro y, además fácilmente irascible. Sus padres tenían que controlar su trabajo escolar, en caso contrario olvidaba regularmente sus deberes o de hacerlo a tiempo. Por la noche, ya no podía recordar lo que había hecho en clase durante el día. Sus padres estaban tan desesperados que estaban dispuestos a lo que fuera para arreglar la situación.
Les expliqué que no deberían esperar un gran cambio de un día para otro. Necesitaríamos un cierto tiempo antes de poder ver los primeros resultados. Me acordé de una expresión que utilizaba el Dr. Bob Roy, un psicólogo que utilizaba el Método Tomatis en Regina, Canadá, les dije que primeramente veríamos aparecer <momentos de atención> un poco más largos de los que podían observar en Tom. Cuando esos momentos comenzaran a ser más numerosos, probablemente podrían comenzar a notar otros cambios sutiles.
Al cabo de quince días de tratamiento, los padres de Tom explicaron que, de vez en cuando, tenían la impresión de que había sido capaz de sostener un poco más la atención. Por ejemplo se había podido concentrar en un libro, durante el fin de semana y había hecho sus deberes a tiempo. Parecía obedecer más a las instrucciones que se le daban. Durante las tres semanas de pausa que siguieron, los padres de Tom continuaron observando que se concentraba por periodos cada vez más largos. Se alegraron de descubrir que Tom había hecho los deberes de la escuela por iniciativa propia. Por primera vez, trataba de hacer escritura cursiva. En casa continuaba adaptándose mejor a las normas establecidas. Su padre se sorprendió al oírle expresar más sus sentimientos y de poder tener con él alguna discusión que le sorprendió. Al final de la segunda ronda de sesiones de diez días, la madre de Tom reconoció que escuchaba mucho más que antes. <Capta lo que yo digo>, observó con gran placer. Su baseball mejoraba igualmente, un signo de que su vestíbulo funcionaba mejor. En fin, cuando la familia estaba reunida para cenar alrededor de la mesa, Tom era capaz, ahora, de explicar con gran detalle sus actividades del día en la escuela.
La etapa decisiva se produjo algunas semanas más tarde, cuando su madre encontró a Tom haciendo sus deberes por iniciativa propia, a las siete de la mañana. Vino a verme al Centro para anunciarme: < ¡Se ha despertado por fin!>.
Los progresos de Tom continuaron durante una nueva etapa de sesiones de diez días, dos meses después de la anterior. Mientras, había desarrollado una mejor imagen de su cuerpo y se había vuelto más tranquilo. Estaba particularmente orgulloso de sus nuevas habilidades en baseball. En la escuela, sus resultados eran mejores que nunca y su profesor le había felicitado por ello: <Tom, ¡has madurado mucho! ¡Ya no eres un gran tonto!> Sus padres, estaban encantados de su <alerta>.
A pesar de todo Tom necesitaba recuperar su retraso escolar. Se acercaba el verano: se le convenció de estudiar con un profesor particular, durante las vacaciones. Ahora podía abordar los temas difíciles que exigían un máximo de atención. No solamente podía concentrarse ahora, sino que percibía los sonidos correctamente y podía transcribirlos sobre el papel. Sus progresos en lectura, redacción y matemáticas fueron rápidos. A fin de sacar el máximo partido de sus nuevas capacidades de aprender, volvió al Centro por un nuevo periodo de diez días. Al principio del nuevo curso ya estaba listo. El profesor juzgó que había recuperado casi totalmente su retraso y que se comportaba como un niño de su edad. El sueño de sus padres de que fuera <un niño normal> por fin era realidad. Tom ¿todavía era un niño con ADD? La cuestión no tenía ningún sentido para ellos: Tom se había <despertado> y lo estaba logrando.
Jeff
Jeff, un soltero de treinta años, tuvo otro tipo de despertar. Presentaba todos los síntomas de trastornos de la atención sin hiperactividad. Falta de concentración, se olvidaba de las cosas más normales de la vida y su incapacidad para organizar las tareas cotidianas tenía consecuencias considerables en su vida. Vivía solo y trabajaba, pero continuaba muy dependiente de su madre que vivía a una hora de distancia. Había tenido dificultades moderadas durante sus estudios y continuaban luchando para aprender las nuevas técnicas que su trabajo le exigía. Se perdía fácilmente conduciendo, por falta de un buen sentido de la orientación. Un audiólogo al que había visitado había concluido que Jeff tenía <una audición totalmente normal>, pero sufría un trastorno auditivo central caracterizado por una dificultad de concentrar su escucha en presencia de una señal emitida al mismo tiempo o de un ruido de fondo. Dicho de otro modo, la respuesta de la conducción ósea de Jeff era más alta que la respuesta de la conducción aérea. Al oír excesivamente por la conducción ósea, no le era posible eliminar los ruidos ambientales, lo que le distraía constantemente y eso explica también sus dificultades de aprendizaje y de memoria. Para mejorarlo se hacía constantemente listas (que perdía u olvidaba que la había metido en el bolsillo) y utilizaba un reloj-calculadora-agenda en la que podía anotar sus citas, fechas importantes o números de teléfono. Explicaba que el simple hecho de pasar un coche ya le distraía fácilmente y que sucedía lo mismo con sensaciones vagas en su interior. En resumen, la palabra <distracción> caracterizaba perfectamente el estado de Jeff.
Cuando volvió para el segundo bloque de diez días, espontáneamente explicó que su vida mejoraba. Ya no tenía necesidad de mirar su reloj para saber qué día era y ya no utilizaba listas para ir al supermercado a hacer sus compras. El ruido del entorno ya no le molestaba: <Ya no necesito prestarle atención. Es como si estuviera filtrado. Yo puedo oír, yo puedo mirar a mi alrededor, pero ya no estoy tan fácilmente distraído> Se sentía más tranquilo, eso le ayudaba, según decía, a concentrarse mejor. Poco después Jeff perdió su trabajo, pero manejó la situación muy bien, lo que impresionó mucho a su madre. Encontró otro trabajo casi de inmediato. Para él lo más importante era que <ahora, cuando me despierto, sé qué día es y ya no me siento perdido. Puedo decir lo que pienso y ya no me distraigo fácilmente de las tareas que debo realizar.
Conclusión
¿Qué es lo que pasó para que Tom y Jeff se sintieran mejor? La respuesta es fácil: el programa de escucha que habían seguido, había reducido progresivamente la hipersensibilidad que sufrían, desensibilizando las respuestas de su conducción ósea. Eran capaces, ahora, de filtrar los estímulos inoportunos provenientes del mundo exterior, ya que escuchaban menos por el canal del cuerpo. Ese filtrado comportaba inmediatamente un aumento de su atención, condición indispensable para un óptimo aprendizaje. Afectó también a su personalidad. La madre de Tom lo resumió bien cuando describió la salida del estado permanente de inatención de su hijo. Mientras Tom y Jeff se sintieran sin defensa contra el constante bombardeo de estímulos a los cuales estaban expuestos, les era imposible vivir una vida <alerta> que permitiera la expansión de su personalidad. Tom, dado que era todavía pequeño, no tenía una clara conciencia de quien era, pero Jeff era consciente de que no podía convertirse en la persona que él sentía que podía ser. Su trastorno de atención, no solamente le impedía tener relaciones normales con el mundo exterior, sino que le distanciaba de si mismo. Eso le hacía sufrir particularmente, y a veces le daba la sensación de que no servía para nada. Su tratamiento le volvió a colocar en dirección a su equilibrio personal. No había llegado al final del camino, pero por lo menos tenía la esperanza de que su vida pudiera mejorar.
Si evaluamos los resultados del Método Tomatis, el pronóstico para aquellos que, como Tom y Jeff sufren de trastornos de la atención sin hiperactividad, es muy bueno. Por razones que no siempre son claras, el tratamiento puede ser un poco más largo para los que son hiperactivos. Aunque, después de haber observado como se calmaban un gran número de niños hiperactivos, estoy convencido de que la terapia de la escucha es muy útil para aquellos que tienen un nivel alto de hiperactividad. Ron Minson, un psiquiatra que utiliza el Método Tomatis en Denver, explica que ha podido eliminar los medicamentos en ciertos casos, y algunos otros ha podido reducir la dosis administrada previamente para controlar la hiperactividad en algunos otros. En general, la vida de esos niños y adultos ha mejorado notablemente.